El día 19 de octubre de 1505 Fernando el Católico se desposaba por poderes con Dª Germana de Foix. Ella contaba 18 años, mientras que el rey tenía 53. El matrimonio se consumó en Dueñas en julio de 1506, cuando no hacía ni un año que había muerto Isabel la Católica. Para muchos castellanos aquel matrimonio era una traición a la memoria de Isabel y una amenaza de ruptura del proyecto de unión de reinos, proyecto en el que se habían embarcado los monarcas. A muchos nobles les disgustó grandemente.

¿Por qué Fernando actuó de esta manera? Hoy diríamos que por la RAZÓN DE ESTADO, concepto que esbozó Maquiavelo en su libro El Príncipe, publicado en 1532 y para el que tomó como modelo, entre otros, a Fernando el Católico. La razón de Estado consiste en tomar decisiones que pueden ir contra los propios sentimientos y contra los principios de la moral, pero que benefician al Estado. Es el fundamento de la expresión “el fin justifica los medios”.

Hagamos un poco de historia. A la muerte de Isabel la Católica heredó la Corona de Castilla su hija Juana, casada con Felipe el Hermoso, de la Casa de Habsburgo. Ante la inestabilidad emocional de Juana y su posible incapacidad para gobernar, la Reina Isabel, en el codicilo que añadió a su testamento el día 23 de noviembre de 1504, tres días antes de morir, nombraba regente de Castilla a Fernando, su esposo. Hasta aquí todo bien. El problema se plantea porque Felipe el Hermoso aspira, no sólo a ser regente de Castilla, ni siquiera a ser Rey consorte, sino a ser Rey de pleno derecho. Y para conseguirlo va a tener un aliado en Luis XII, rey de Francia y rival de Fernando el Católico por el dominio de Nápoles. La alianza entre ambos se selló en el Primer tratado de Blois, en septiembre de 1504. A la vez Felipe se ha ido rodeando de un grupo creciente de nobles castellanos que le apoyan, unos para recuperar el poder que perdieron tras la guerra de sucesión de Castilla y otros decepcionados y resentidos con el “viejo Aragonés”.

Fernando reacciona dando muestras de su sagacidad y consigue firmar con Luis XII otro tratado, el segundo tratado de Blois, que desbarata el primero. Negociado por Fray Juan de Enguera entre mayo y octubre de 1505, acordaba que Luis XII renunciaba a los derechos de la casa de Anjou sobre Nápoles (no olvidemos que por entonces estaba el Gran Capitán embarcado en su conquista para Aragón) a cambio de un millón de ducados. También acordaba el matrimonio de Fernando con una pariente de la casa real francesa, cuyo descendiente heredaría el reino de Nápoles. La elegida para este menester fue Germana de Foix, hija de María de Orleans, hermana de Luis XII.

Germana era una joven regordeta y festiva, que hizo las delicias del rey, quien la trató con cariño y respeto y se aficionó a su trato. Además, era una mujer discreta, que no se entremetió en asuntos políticos y supo representar al rey con mucha dignidad. De hecho, cuando la salud el Rey Fernando empeoró ella estaba presidiendo las Cortes Aragonesas en Calatayud. Al recibir el aviso de la gravedad de su esposo, abandona las Cortes y, a galope tendido, se dirige a Madrigalejo, a donde llega el día 21 de enero. Los esposos pudieron despedirse largamente.

Bibliografía:
Luis Suárez Fernández. Fernando el Católico. Barcelona: Ariel, 2004.