Cuenta Galíndez de Carvajal sobre la muerte del rey Fernando el Católico que “era la media noche, entre una y dos, entrante el miércoles que se contaban 23 días de enero de 1516, cuando pasó de esta presente vida. Nuestro Señor le quiera perdonar, que buen rey fue. Falleció en hábito de Santo Domingo” .
Inmediatamente después del fallecimiento del monarca, para conocer lo que tenía estipulado sobre su sepultura, era preciso abrir su testamento, apertura que tuvo lugar a las pocas horas de haberse firmado, en presencia de los testigos y de Adriano de Utrech. Entre sus mandas, estaba el deseo de descansar definitivamente junto a los restos de su esposa Isabel en la Capilla Real de la ciudad de Granada y, mientras se terminaba la construcción de dicha capilla, debían llevarlo al convento de San Francisco, donde ya reposaban los restos de su esposa desde 1504, en la Alhambra granadina.
El féretro debía recorrer un largo camino y era necesario preparar el cadáver, para lo cual realizaron la correspondiente evisceración. Las entrañas del monarca se enterraron en lugar sagrado, en una ermita -ya desaparecida- dedicada a San Sebastián, que estaba situada enfrente de la Casa de Santa María –según cuenta Antonio Ponz -.
Cuando estuvo preparado, el cuerpo sin vida del soberano fue introducido en un ataúd por el lugarteniente del mayordomo mayor de la casa del rey, Juan Remires de Iserre, en presencia de ocho monteros de Espinosa, como testigos. Y fue colocado en unas andas para partir rumbo a Granada.
Al mismo tiempo que el cortejo fúnebre del rey Fernando el Católico emprendía el viaje hacia Granada, el resto de su séquito marchó a Guadalupe. Y también lo hizo la reina Germana, que había permanecido en Madrigalejo hasta que partió el cuerpo sin vida del rey.
El cortejo fúnebre iba precedido por una cruz alzada que portaban los religiosos, trece monjes jerónimos de Guadalupe y doce frailes dominicos. Lo escoltaban los ocho monteros del rey. Además, fue acompañado por el marqués de Denia; el mayordomo real y su lugarteniente; el nieto natural de rey, don Fernando de Aragón; el alcalde Ronquillo; Mártir de Anglería; los miembros de la capilla del monarca, y otros caballeros y gentes.
Los vecinos del lugar de Madrigalejo, en 1516, fueron testigos privilegiados de aquellos momentos históricos, que no olvidaron y supieron transmitirlo de generación en generación.
Bibliografía:
Martín Barba, José Julio. “El itinerario del cortejo fúnebre de Fernando el Católico: de Madrigalejo a Granada”. En IX Encuentros de Estudios Comarcales Vegas Altas, La Serena y La Siberia. 441-470. Badajoz: Diputación de Badajoz, 2017.
Rodríguez Amores, Lorenzo. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Badajoz: Tecnigraf, 2008.